Cayó sobre “ The broken tower “de la forma más casual, es
más, sin tan siquiera saber que el director y protagonista de la película era
James Franco. Se sentó al ordenador y comenzó a verla. Iba de un poeta de los
años treinta homosexual y atormentado por un padre intransigente que le
obligaba a cargar sacos de cemento. Hart Crane lo dejó todo y probó suerte en
Nueva York, cuna en aquellos tiempos del jazz y de los primeros rascacielos…- El
resto de la película le entusiasmó. Se ratificó en la idea de que no importa la
época en la que sucedan las cosas, el Artista siempre actúa de la misma manera.
Se sintió identificado con la necesidad de expresar, de transmitir aquello que
llevaba dentro y que sus circunstancias personales no le dejaban desarrollar
como él quería.
Desde que comenzó la crisis hace ya varios años, Z se sentía
acorralado por un trabajo monótono y una rutina familiar insoportable. Es más,
a ¿quién podía él contarle en los días que corren, con casi cinco millones de
parados, que su trabajo le agobiaba? ¿Quién podría comprender que quisiera
dejarlo todo para dedicarse nada más y nada menos que a la poesía? Pero, a ¿quién
le importa hoy en día la poesía?, le decía C. que era la única que conocía
parte de sus secretos… Estaba harta de verle la cara larga a la hora de comer y
por la noche en el sofá… Siempre inexpresivo, como ausente y con la mirada
lejana, metido en su mundo de abstracciones y metáforas.
De todas formas, ella no comprendía bien esa faceta de su
marido, esa pasión que parecía devorarle, esa
amante que le importaba bastante más que ella misma, aunque eso ya le
daba igual… la pasión primera llevaba tiempo llamándose indiferencia. Estaba claro que aguantaban por su hija, la
pequeña L. que aún no era consciente de las crudezas de la vida adulta, y que ni
de lejos se imaginaba los vaivenes mentales de sus padres. Era creativa,
parlanchina, una niña chispa de ojos azules. Nadie sabía muy bien a quién le
había salido porque los de su alrededor eran bastante aburridos y ensimismados,
como no fuera a su abuela materna, decían algunos, que era un torbellino…
Lo cierto es que Z. solo pensaba en liberarse, en escapar de
ese pueblo sin futuro y empezar una nueva vida, su vida de artista, en un lugar
fabuloso donde la gente acudiría a escuchar sus versos y las editoriales se
rifarían sus libros ya traducidos a varios idiomas…Tenía tanto que contar,
sabía que él podría hacer avanzar la poesía, así como Picasso supo que Braque
le había abierto la puerta hacia el cubismo a principios del siglo pasado y que
sólo tenía que tirar del hilo de la creación.
No obstante, sus divagaciones acababan en borracheras en la
barra del pub de su barrio, el antro donde todos le conocían por lo que
realmente era: un poeta frustrado, un poco amanerado que no se metía con nadie
pero que bebía demasiado…Un fracasado que nunca se atrevería a dar el salto.
Hart Crane no pudo vencer a los demonios suicidas que
compartían espacio con él en su mente y tampoco Z., que apareció tumbado bajo
un árbol del parque de su pueblo en la fría madrugada del 6 de diciembre de
2013 en un lugar insignificante pero con la sonrisa triunfante de haber pasado
por fin al otro lado del espejo.
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