¿Y si yo les contara que el primer tarro de
Nivea era amarillo y de sofisticada decoración Art Nouveau?
Pues en efecto, ese
era el aspecto glamuroso y femenino que presentaba en el
año de su creación, 1911. No fue hasta bien entrados los años veinte cuando
este producto alemán pasó a tener el color azul y el diseño más afín a la
estética Bauhaus que todos conocemos hoy, y digo bien todos porque ésta es sin
duda la crema más famosa de la historia. Incluso hay quien dice que si se
apilaran todos los tarros de Nivea vendidos hasta el año 2020, llegarían a la
luna! Cuenten ustedes las generaciones que llevan disfrutando de esta joya de la cosmética…
Una vez superada la
fase preciosista de su nacimiento, Nivea consiguió captar a una juventud
activa, deportista y moderna ansiosa por olvidar los desastres de la primera
guerra mundial. Y es que pienso que el
secreto de su éxito radica en la sencillez con la que se presenta. En primer
lugar hace honor a su nombre, blanco de nieve en latín, luego la textura,
inconfundible, quizás algo espesa, pero ideal para masajear al tiempo que
respiras su inconfundible aroma, una fragancia única con toques cítricos
combinados con rosas y lilas silvestres
que, por lo menos a mí, me retrotrae a la infancia.
En aquel entonces, había
Nivea en todas las casas, ya que se decía que era buena para todo. Lo mismo
servía para las arrugas, la nieve, el sol, los rasguños o el culito del bebé. Todos
se beneficiaban del tarro familiar; sí, sí, ése cuya tapa se desenroscaba y
debajo había un fuerte papel de aluminio que tanto costaba quitar porque, para
entonces, ya teníamos los dedos pringados de crema y se resbalaban.
Poco a poco,
la gama de productos se fue ampliando, desde el bálsamo para después del
afeitado pasando por el body milk o el gel de baño. Nivea se convertía en un
producto indispensable con unas campañas de marketing que ninguna otra marca
logró superar hasta los años setenta. Aún recuerdo cuando, de pequeña, las avionetas publicitarias sobrevolaban la
playa del Postiguet en Alicante y nos tiraban balones de Nivea que siempre caían
al mar. Desgraciadamente, nunca pude alcanzar ninguno pero créanme si les digo
que me habría encantado. Hoy en día, hay productos de esta línea para cada
necesidad, y pese a la feroz competencia que rodea al mundo de la cosmética, Nivea
siempre está presente, segura, discreta y elegante, dispuesta a triunfar otros
cien años…
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