6 ene 2014

BLANCO DE NIEVE...









¿Y si yo les contara que el primer tarro de Nivea era amarillo y de sofisticada decoración Art Nouveau? 

Pues en efecto, ese era el aspecto glamuroso y femenino que presentaba   en el año de su creación, 1911. No fue hasta bien entrados los años veinte cuando este producto alemán pasó a tener el color azul y el diseño más afín a la estética Bauhaus que todos conocemos hoy, y digo bien todos porque ésta es sin duda la crema más famosa de la historia. Incluso hay quien dice que si se apilaran todos los tarros de Nivea vendidos hasta el año 2020, llegarían a la luna! Cuenten ustedes las generaciones que llevan disfrutando de  esta joya de la cosmética…

 Una vez superada la fase preciosista de su nacimiento, Nivea consiguió captar a una juventud activa, deportista y moderna ansiosa por olvidar los desastres de la primera guerra mundial. Y es que  pienso que el secreto de su éxito radica en la sencillez con la que se presenta. En primer lugar hace honor a su nombre, blanco de nieve en latín, luego la textura, inconfundible, quizás algo espesa, pero ideal para masajear al tiempo que respiras su inconfundible aroma, una fragancia única con toques cítricos combinados con  rosas y lilas silvestres que, por lo menos a mí, me retrotrae a la infancia. 
En aquel entonces, había Nivea en todas las casas, ya que se decía que era buena para todo. Lo mismo servía para las arrugas, la nieve, el sol, los rasguños o el culito del bebé. Todos se beneficiaban del tarro familiar; sí, sí, ése cuya tapa se desenroscaba y debajo había un fuerte papel de aluminio que tanto costaba quitar porque, para entonces, ya teníamos los dedos pringados de crema y se resbalaban. 
Poco a poco, la gama de productos se fue ampliando, desde el bálsamo para después del afeitado pasando por el body milk o el gel de baño. Nivea se convertía en un producto indispensable con unas campañas de marketing que ninguna otra marca logró superar hasta los años setenta. Aún recuerdo cuando, de pequeña,  las avionetas publicitarias sobrevolaban la playa del Postiguet en Alicante y nos tiraban balones de Nivea que siempre caían al mar. Desgraciadamente, nunca pude alcanzar ninguno pero créanme si les digo que me habría encantado. Hoy en día, hay productos de esta línea para cada necesidad, y pese a la feroz competencia que rodea al mundo de la cosmética, Nivea siempre está presente, segura, discreta y elegante, dispuesta a triunfar otros cien años…

                                                                                                     

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