17 ene 2015

RILKE


                                       GADKO


Estaba a punto de abandonar el barco. Nada parecía tener sentido para ella desde hacía ya unos meses. El gasto  de energía era tan fuerte que se quedaba sin fuerzas incluso para razonar convenientemente.  Todo lo que la definía se estaba esfumando, sus gustos, sus ilusiones, sus aficiones…era como si una apisonadora le hubiera pasado por encima de la cabeza y lo hubiera destrozado todo. 

Se trasladó a Rilke con mucha ilusión. Su primo le había dicho que encontraría trabajo seguro en la fábrica de conservas y así fue. A las dos semanas de llegar, ya estaba envasando atún en aceite de oliva. Enseguida se hizo un grupo de compañeras y se adaptó al horario y a las condiciones de trabajo. Por la noche, salían a tomar unas cervezas al único pub de rock que había en el pueblo. Al principio, disfrutaba de todo mucho y se sentía muy afortunada de tener trabajo y amistades, hasta que conoció a Lucio.

Era el típico hombre que sólo se sentía importante en la noche. Llevaba mucho tiempo sin trabajar, pero cobraba una pensión por una supuesto transtorno mental que consiguió  disfrazar a su conveniencia.  Mirada azul penetrante y sonrisa cautivadora, aún sabía decirle a las mujeres exactamente lo que les gusta oir. El problema es que en Gadko, todas conocían ya su canción…excepto Estela. El gato no tardó en cautivar al ratón  y dos meses después ya vivían juntos. Las amigas de Estela le habían dicho que Lucio era un hombre conflictivo, pero quién puede hablarle a una persona ciega de amor?
Al principio, todo era fabuloso, se divertían, todo era fiesta y sexo loco, nada los podía detener, incluso Lucio parecía cambiado y más relajado, pero como siempre en las relaciones, el tiempo hace emerger las debilidades de las personas. Cuanto más se enamoraba Estela, más segura la sentía Lucio. Sabía que lo haría todo por él, incluso olvidarse de si misma…
Salir se convirtió en una obligación en la que él bebía y fumaba sin parar y nunca llegaba la hora de retirarse. A Lucio ya no le seducía volver a casa a una hora razonable para hacer el amor, prefería marcha, marcha y marcha… Siempre que volvían a casa, había malos rollos, porque ella notaba que no podía seguir su ritmo. No le gustaba salir por salir, ni beber, ni fumar porque sí. Añoraba su vida anterior, cuando aprovechaba el tiempo libre a su antojo, ya sea haciendo deporte o quedando con sus amigas para charlar. Desde que estaba con Lucio, ya no existían los domingos por la mañana, y pronto ni tan siquiera los sábados por la mañana porque cada vez había que salir más a menudo y más tiempo.  Lucio era tan absorbente en sus maneras que sigilosamente fue creando en Estela una dependencia de él que la cegaba más cada día…se volvió adicta a él, hasta el punto de que no se daba cuenta de que vivía con un alcohólico, ni de que semana sí, semana también iba a la fábrica a trabajar con gafas se sol que según ella, tapaban las ojeras que tenía últimamente. ..
Entonces fue cuando cerraron la fábrica y Estela reaccionó… el hecho de verse sin ingresos, en aquel pueblo gris le hizo quitarse las gafas y mirar a su alrededor.  Sus amigas poco a poco le habían dado de lado, llevaba casi un año sin ver a su familia y estaba agotada….Lo único que ocupaba su mente era Lucio, y Lucio y siempre Lucio, cómo hacerlo bien para que Lucio me quiera, cómo hacerlo bien para que Lucio no se enfade, cómo decirle a Lucio que tal y cual cosa sin que Lucio lo convierta en drama…

Y tres meses después, Lucio la dejó marchar,a su manera….tras ni se sabe cuántas cervezas…Estela  marchó para siempre una fría madrugada de febrero, casi al despuntar el día, como a él le gustaba…








No hay comentarios:

Publicar un comentario