GADKO
Estaba
a punto de abandonar el barco. Nada parecía tener sentido para ella desde hacía
ya unos meses. El gasto de energía era
tan fuerte que se quedaba sin fuerzas incluso para razonar convenientemente. Todo lo que la definía se estaba esfumando,
sus gustos, sus ilusiones, sus aficiones…era como si una apisonadora le hubiera
pasado por encima de la cabeza y lo hubiera destrozado todo.
Se trasladó a
Rilke con mucha ilusión. Su primo le había dicho que encontraría trabajo seguro
en la fábrica de conservas y así fue. A las dos semanas de llegar, ya estaba
envasando atún en aceite de oliva. Enseguida se hizo un grupo de compañeras y
se adaptó al horario y a las condiciones de trabajo. Por la noche, salían a tomar
unas cervezas al único pub de rock que había en el pueblo. Al principio,
disfrutaba de todo mucho y se sentía muy afortunada de tener trabajo y
amistades, hasta que conoció a Lucio.
Era
el típico hombre que sólo se sentía importante en la noche. Llevaba mucho
tiempo sin trabajar, pero cobraba una pensión por una supuesto transtorno mental
que consiguió disfrazar a su
conveniencia. Mirada azul penetrante y
sonrisa cautivadora, aún sabía decirle a las mujeres exactamente lo que les
gusta oir. El problema es que en Gadko, todas conocían ya su canción…excepto
Estela. El gato no tardó en cautivar al ratón y dos meses después ya vivían juntos. Las
amigas de Estela le habían dicho que Lucio era un hombre conflictivo, pero
quién puede hablarle a una persona ciega de amor?
Al
principio, todo era fabuloso, se divertían, todo era fiesta y sexo loco, nada
los podía detener, incluso Lucio parecía cambiado y más relajado, pero como
siempre en las relaciones, el tiempo hace emerger las debilidades de las
personas. Cuanto más se enamoraba Estela, más segura la sentía Lucio. Sabía que
lo haría todo por él, incluso olvidarse de si misma…
Salir se convirtió en una
obligación en la que él bebía y fumaba sin parar y nunca llegaba la hora de
retirarse. A Lucio ya no le seducía volver a casa a una hora razonable para
hacer el amor, prefería marcha, marcha y marcha… Siempre que volvían a casa,
había malos rollos, porque ella notaba que no podía seguir su ritmo. No le
gustaba salir por salir, ni beber, ni fumar porque sí. Añoraba su vida
anterior, cuando aprovechaba el tiempo libre a su antojo, ya sea haciendo
deporte o quedando con sus amigas para charlar. Desde que estaba con Lucio, ya
no existían los domingos por la mañana, y pronto ni tan siquiera los sábados
por la mañana porque cada vez había que salir más a menudo y más tiempo. Lucio era tan absorbente en sus maneras que
sigilosamente fue creando en Estela una dependencia de él que la cegaba más
cada día…se volvió adicta a él, hasta el punto de que no se daba cuenta de que
vivía con un alcohólico, ni de que semana sí, semana también iba a la fábrica a
trabajar con gafas se sol que según ella, tapaban las ojeras que tenía
últimamente. ..
Entonces
fue cuando cerraron la fábrica y Estela reaccionó… el hecho de verse sin ingresos,
en aquel pueblo gris le hizo quitarse las gafas y mirar a su alrededor. Sus amigas poco a poco le habían dado de lado,
llevaba casi un año sin ver a su familia y estaba agotada….Lo único que ocupaba
su mente era Lucio, y Lucio y siempre Lucio, cómo hacerlo bien para que Lucio
me quiera, cómo hacerlo bien para que Lucio no se enfade, cómo decirle a Lucio
que tal y cual cosa sin que Lucio lo convierta en drama…
Y
tres meses después, Lucio la dejó marchar,a su manera….tras ni se sabe cuántas
cervezas…Estela marchó para siempre una
fría madrugada de febrero, casi al despuntar el día, como a él le gustaba…
No hay comentarios:
Publicar un comentario