19 sept 2013

TOMAR DISTANCIA

Hay momentos en la vida cotidiana en que los mismos horarios, las mismas actividades semanales y la misma rutina diaria llegan a ofuscar la mente. Uno se siente agobiado, estresado y lleva en la espalda el peso de una mochila llena de problemas y malos rollos. Cuando la velocidad nos invade, descuidamos nuestro trabajo interior, aquél que a todos nos permite serenarnos en el silencio de nuestro yo interno. 
El procedimiento para encontrar un poco de paz varía de una persona a otra. Si bien unos rezan o practican deporte para desfogarse, otros en cambio, pasean por el campo o meditan. La cuestión radica en desconectar de las tareas mecánicas y repetitivas que automatizan nuestras vidas. 
Soy la primera que, por tener un carácter curioso y activo, se apunta a demasiados carros a la vez, convirtiendo cada jornada en un sinfín de ocupaciones que dejan poco tiempo para respirar. Sin duda, mi mayor válvula de escape es el viaje y no tiene por qué ser muy lejano, unos cuantos kilómetros bastan para "descontextualizarnos" por completo.  

Esta es la prueba irrefutable de que el viaje modifica la perspectiva espacio-temporal, permitiendo saborear cada instante y convirtiendo cada momento en un rayito de felicidad. Si además acompaña la meteorología, el objetivo está servido. Desde tiempos pretéritos, la literatura ha recogido relatos testimoniales de viajes reales o legendarios, rutas que cambiaban el destino de unos personajes que, para bien o para mal, aprendían de sus experiencias en el exterior.  

Así, por ejemplo, los escritores del siglo XVIII, aquellos buscadores de aventuras nuevas y exotismo, que mediante el género epistolar, relataban las bondades del cambio de ubicación físico y mental del viajero.  En realidad, no se trata de hacer grandes cosas, ni de estar mucho tiempo fuera, de hecho, varios días sobran  para cambiar el chip. Poco a poco, una nueva perspectiva hace que tomemos distancia de todo lo que nos atormenta y, suavemente la mente empieza a relativizarlo todo. Las ideas se ordenan, los dolores se difuminan, la risa se suelta y la vida cambia de color. 
En definitiva, se trata de tomar distancia mental y hacer  acopio de ilusión, que es sin duda la energía y el motor que nos permite afrontar la rutina, alternando el placer con la obligación.

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